Mecano ocupa la posición más alta alcanzada por un grupo pop en este país. Ha elevado progresivamente el listón de ventas hasta los seis ceros (hasta 1991), logró que se crearan planes de marketing sin penuria de medios a la hora de pensar en sus lanzamientos y que por primera vez nuestra industria discográfica concibiese algo más que esperanzas de entrar en los mercados internacionales. Pero no todo ha sido un camino de rosas, aunque pueda parecerlo.
Hoy se recuerda que de Mecano, su primer álbum, se vendieron medio millón de copias - una cifra astronómica en 1982 - y se da por sentado que lo tuvieron fácil. Se olvida, sin embargo, lo que les costó llegar a grabar y los muchos ataques de que fueron objeto cuando aparecieron, acusados de ser un montaje, unos niños pijos con ganas de dar la nota y muchas cosas más fuertes.
El entorno les era hostil. En aquella época lo que aún vendía y marcaba el mercado era el prototipo ídolo adolescente para fans y lo más modernito era un grupo como Tequila que quemaba sus últimos cartuchos. Y lo que aspiraban a imponerse era la nueva ola madrileña, con gente como Nacha Pop o Alaska y los Pegamoides. Mecano no encajaba en ninguno de los modelos y se aproximaba más a los tecno y neorrománticos en alza en Inglaterra.
Con escasos medios - caja de ritmos, guitarras y algún sintetizador - grabaron unas maquetas y las pasearon por emisoras de radio y también por diversas compañías discográficas, pero las respuestas eran siempre negativas porque nadie sabía cómo vender al grupo y su música. Finalmente consiguieron llamar la atención de la multinacional CBS, que decidió que el grupo grabase un primer single, aunque sin tener muy claro si el trío tenía futuro. Un temor que se plasmó en que Hoy no me puedo levantar tardó varios meses en salir a la venta. Después, cuando unos discjockeys de la SER apostaron por la novedad, canción y grupo se convirtieron en un auténtico fenómeno - incluso en algunos países de la América hispana -, potenciado después con la aparición de un primer álbum que batió récords y su debut escénico con una espectacular gira.
Madurando a marchas forzadas, el trío pudo soportar la presión del boom, las críticas a veces despiadadas, el que sus siguientes trabajos no alcanzasen las cuotas de venta iniciales y la pérdida de la atención prioritaria de su compañía discográfica. En 1986 se produjo el gran cambio: no renovaron contrato con una CBS que les consideraban un riesgo económico y ficharon por Ariola, que apostó por el futuro previo pago de una cifra estimada en 100 millones de pesetas. Con Entre el cielo y el suelo llegó el Mecano de la madurez, del adiós a la adolescencia algo pretenciosa, del equilibrio creativo. Quienes pensaban que el trío estaba acabado tuvieron que descubrirse ante tres artistas que sacaban fuego de las cenizas y que volverían a superarse comercialmente con sus siguientes trabajos.